hace muchos años, mientras conducía un fin de semana hacia mi ciudad natal en el noreste de manitoba, pasando por la comunidad indígena brokenhead vi a la orilla de la carretera a dos personas mayores, sentadas en sillas de jardín, levantando los brazos para saludarme. yo también las saludé. lo primero que pensé fue, ‘¡qué locura! ¿estarán saludando a cada carro que pasa?’ cuando regresé unos días después, seguían allí afuera, bajo el sol, saludando a toda la gente que pasaba en carro. la autopista 59 al este del lago winnipeg conduce a las playas de arena blanca más grandes de la provincia, y a gran parte del área rural al que le llaman ‘cottage country’. el tráfico del fin de semana es muy muy pesado. entonces pensé, ‘tienen una resistencia increíble’. la próxima vez que pasé por allí, como un mes después, las vi de nuevo. me saludaron. las saludé. se había normalizado. pensé, ‘seguro no tienen nada mejor que hacer’. luego de verlas muchas veces, cuando hacía buen tiempo, pensaba, ‘esto es bueno’. se convirtió en algo que esperaba con ansias: un poquito de contacto humano amistoso con personas que no conocía. allí estaban, saludando a todo el mundo al pasar, por varios años. y luego dejaron de estar. me hacían falta. más tarde, cuando construyeron una gasolinera enfrente del casino en la autopista principal, le llamaron ‘saludantes’, con una imagen de sus siluetas en las sillas de jardín, saludando con la mano. me alegré de que recibieran ‘reconocimiento’ de la comunidad local.
me volvieron a la mente hoy, y me di cuenta de que esas personas mayores tenían una lección que enseñar, y la enseñaban de manera típica anishinaabe, por sus acciones, sus gestos suaves, en vez de con discursos o pregones. durante el coronapocalipsis, mi calle ha estado cerrada al tránsito. la provincia, a pesar de un vicioso gobierno conservador que está utilizando la ocasión para imponer más austeridad, ha estado relativamente bien: empezamos el distanciamiento social temprano y hasta el momento parece estar funcionando. la gente está usando la calle para salir y disfrutar la primavera, manteniéndose a una distancia segura. familias, ciclistas, corredores, caminantes y sillas de ruedas están afuera, conversando a una distancia segura con amistades y disfrutando la primavera, que por fin ha llegado.
yo he estado corriendo, moviéndome hacia la derecha o la izquierda para mantener distancia entre mi cuerpo y cualquier persona que me encuentre, se esté moviendo en la misma dirección que yo o en dirección contraria. la mayor parte del tiempo, la gente con quien me cruzo también hace ese esfuerzo, moviéndose de manera obvia para crear distancia entre nosotros al pasar. a veces tenemos que pasar un poco más cerca de lo que se siente cómodo: he empezado a girar la cabeza al acercarnos, un gesto antitético a mi instinto pueblerino de saludar con la cabeza y sonreírle a todo el mundo. hay algo sobre esta danza del distanciamiento, aunque es una de las cosas más amables y sociales que puedo hacer, que se siente antisocial: en la relación inmediata de cuerpo a cuerpo en la calle, se siente irrespetuoso.
así que me he puesto a saludar con la mano. a todo el mundo. para mí, esto dice, no te estoy evadiendo porque no confío en ti o porque me caes mal. estoy tratando de asegurarme de que ambos estemos seguros. estamos en comunidad juntos, aunque tengamos que alejarnos el uno del otro. mucha gente me saluda de vuelta, creando una compleja musicalidad mimética de movimientos. alguna gente no. ya que estoy corriendo, el tiempo de estos encuentros es muy corto y el gesto rara vez podría interpretarse como un ‘coqueteo’ inoportuno, como a veces lo es una sonrisa. cuando empecé a hacer esto, me topé con el recuerdo de aquellas personas mayores de brokenhead. la suya era una práctica aparentemente simple, pero requería paciencia y resistencia. la lección que me enseñaron se quedó en mi cuerpo hasta que, décadas después, surgió por sí sola para ofrecerme una pequeña vela para cargar en nombre de la comunidad en un momento oscuro.
posdata
los gestos, una forma de inscripción corporal, me han interesado hace mucho tiempo, especialmente como portadores de valores. efímeros y a menudo entendidos únicamente como marcas o síntomas del carácter o la patología individual, es importante también interrogar los gestos producidos y circulados a nivel social. mientras que existen batallones arraigados de gestos en circunstancias contemporáneas para demarcar la jerarquía social, los gestos cotidianos de resistencia o igualitarismo son excelentes áreas de estudio. las comunidades indígenas del norte con las que tengo el privilegio de trabajar—cree/inninew, dene, inuit y anishinaabe—me llaman la atención, me interesan y me inspiran como corporalidades contemporáneas y ejemplos prefigurativos de las comunidades de producción intergeneracionales.
—winnipeg, 28 de abril de 2020
Traducción de Marlène Ramírez-Cancio
peter kulchyski es profesor del Departamento de Estudios Indígenas en la Universidad de Manitoba, Canadá. kulchyski es miembro del Consejo del Instituto Hemisférico y co-director del Canadian Consortium on Performance and Politics in the Americas. Su más reciente libro es titulado Report of an Inquiry into an Injustice: Begade Shuhtagotine and the Sahtu Treaty (UManitobaP 2018).
Marlène Ramírez-Cancio es Directora Asociada del Instituto Hemisférico de Performance y Política. Marlène también forma parte de la Mesa Directiva del National Performance Network y del Comité Asesor del Center for Artistic Activism, y es co-fundadora y co-directora de Fulana, un colectivo de mujeres latinas cuyos videos satíricos han sido exhibidos internacionalmente y cuyos miembros conducen talleres de sátira para artistas emergentes.