“Work, work, work, work, work, work”
-Rihanna ft. Drake
Es el año 2020 y es el día veintidós del mes de mayo. “Los billonarios de EE.UU. se han enriquecido $434 mil millones desde que empezó la pandemia del coronavirus”, exclamó un titular de Fox Business. Bezos. Gates. Zuckerberg. Buffet. Elison. Esos nombres aparecieron en varios de los artículos que documentan el aumento en la riqueza de los titanes que dominan nuestros espacios tecnológicos y nuestra perspectiva colectiva sobre la industria exitosa. Personas que, al parecer, tuvieron una buena idea y trabajaron arduamente para hacerla realidad, trabajaron arduamente para mantenerla en funcionamiento y se les ha recompensado por ello. Mientras que algunos piensan que es criminal que tanta riqueza esté en manos de tan pocas personas, otros se encogen de hombros y te dicen: “Se lo merecen. Trabajaron duro”. El trabajo duro, en los Estados Unidos, es una forma de vida, una posición moral desde la cual se evalúa el derecho de una persona a ser estadounidense. Si no trabajas duro, ¿acaso mereces vivir aquí?
“Los Estados Unidos es la nación desarrollada que más trabaja en el mundo”. Incluso si esta declaración no estuviera respaldada por datos, la reacción actual de los Estados Unidos a la pandemia del COVID-19 la habría dejado al descubierto; evidenciada por personas que exigen—con armas de fuego frente a los edificios del gobierno—que vuelvan a abrir los lugares de trabajo, que “We the People” se liberen de esta tiranía del no-trabajo inmediatamente, antes de que cualquier plan integral se haya implementado para proteger a la gente del virus. Se espera que estemos dispuestos a morir por el trabajo, al parecer. El trabajo y el exceso de trabajo definen a los Estados Unidos.
Pero si el trabajo es lo que demuestra la condición de ‘ser estadounidense’, y si a nuestros trabajadores más inteligentes se les recompensa con ingresos estratosféricos, ¿por qué menospreciamos a los pobres, que logran sobrevivir con tan poco? ¿Por qué Mitch McConnell se comprometió a eliminar el aumento de $600 en beneficios semanales de desempleo cuando uno debe comprobar que está trabajando para calificar para esa ayuda? ¿Por qué existe un mito generalizado de que las personas negras y de otras comunidades no-blancas no quieren trabajar? Teniendo en cuenta que los afroamericanos esclavizados trabajaron de gratis por tanto tiempo en este país que tanto valora el trabajo, ¿qué remuneración existe para los estadounidenses descendientes de la esclavitud, que, debemos reconocer, han superado a lo largo de generaciones el umbral de esta prueba de identidad estadounidense que es el trabajo duro? Si Bezos, Gates, Zuckerberg, Buffet y Elison reciben $434 mil millones, ¿dónde deja eso a todos los demás?
Para las personas de piel negra y marrón, la mera protección del gobierno estatal y federal, al que le pagan impuestos, no es algo que obtengan por su arduo trabajo. Por ser descendiente de los estadounidenses más estadounidenses que hay—en cuanto a trabajar se refiere—George Floyd fue asesinado por la rodilla del policía Derek Chauvin, su ex colega, mientras estaba esposado, los brazos sujetados con metal, y con tres policías pesados encima de él por 8 minutos y 46 segundos mientras los espectadores les rogaban que pararan, mientras el Sr. Floyd suplicaba por su vida, le suplicaba al Sr. Chauvin diciéndole que no podía respirar, que estaba sufriendo, y gritaba llamando a su madre muerta. Cuando George Floyd finalmente estaba muy, pero muy muerto, después de dos minutos y 53 segundos de haber dejado de responder, el Sr. Chauvin se tomó un descanso de este trabajo del estado, el trabajo de matar a la gente negra, y se quitó de encima del cuello del Sr. Floyd, a quien se le sospechaba apenas, por cierto, de haberle pagado a un comerciante con un billete falso de $20, que tal vez ni siquiera sabía que era falso—jamás sabremos lo que él sabía, nadie le preguntó y ahora está muerto.
Para que un billete estadounidense de veinte dólares tenga tanto peso que la mera posibilidad de usar una falsificación amerite una sentencia de muerte por aplastamiento, muerte por asfixia, muerte en público, muerte en cámara por toda la eternidad; para que un billete de veinte dólares sea tan importante, una pensaría que este debe tener estampada una imagen sagrada, quizás de Dios, o de un santo repleto de milagros, la imagen de alguien mucho más estadounidense que las personas negras esclavizadas, que tan duro trabajaron. Pero en el billete estadounidense de $20 dólares no aparece Harriet Tubman—una mujer esclavizada que se escapó y se enfrentó a perros de cacería, enfermedad, injuria, racismo y esclavitud para liberar por lo menos a 70 otras personas, que trabajó para el Ejército de la Unión como espía, entre otros roles, ayudando a crear un país estadounidense unificado. No. En vez, es un hombre blanco que era dueño de esclavos—Andrew Jackson. Hacer que otras personas trabajen para uno y no pagarles nada, o muy poco, es aún más respetable, al parecer, que hacer el trabajo uno mismo.
Andrew Jackson—esclavista, opresor de los nativos americanos, causante de “muerte y enfermedad generalizadas”, descrito como discutidor y combativo, un hombre que se enriqueció solo por el trabajo gratis de las personas que esclavizó, que golpeó violentamente a una mujer esclavizada en público por “darse ínfulas” y encadenó a otras personas, que desplazó violentamente a más de 50.000 de los habitantes originales de América, un hombre que también nació en las Carolinas, como George Floyd; es en honor a su memoria que Derek Chauvin asesinó cruelmente a su ex colega, George Floyd; George Floyd, nacido en las Carolinas, donde un ex presidente instó a la nación a esclavizar y asesinar a las personas con el color de piel de George Floyd: George Floyd, “recordado por sus amigos y familiares como un ‘amable gigante’ muy trabajador”. Muy trabajador.
Thomas Jefferson llamó a Andrew Jackson un hombre peligroso, y es posible que la presidencia populista de Jackson haya inspirado al actual presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, cuya administración se rehusa a remplazar a Andrew Jackson con Harriet Tubman en el billete de $20 dólares Donald Trump, quien preside una administración que ha visto más de 100.000 estadounidenses morir de una enfermedad que ataca desproporcionadamente a comunidades indígenas. Donald Trump, quien después del asiesinator de George Floyd, prometió designar a todas las personas antifascistas como parte de una organización terrorista, y que amenazó, mediante un tuit viral el 29 de mayo, que los saqueadores serían fusilados.
Con el apoyo de numerosos tuits de gente furiosa porque Target y otras tiendas están siendo saqueadas, sus productos robados sin remuneración, sin trabajo, el saqueo mismo se ha convertido en un campo de batalla—una línea trazada en la arena de la protesta pública por el asesinato de George Floyd. Saqueo y violencia. Pero es lógico que las personas que tienen dinero probablemente no salen a saquear. Y es lógico que las personas furiosas porque las personas que se parecen a ellas son asesinadas sin poder recurrir a la justicia salgan a hacer destrozos. Esta lógica parece eludir a gran parte de los Estados Unidos.
Los Estados Unidos se ha olvidado de que fue fundado a base de personas negras que trabajaron sin remuneración alguna, que subsiste hoy gracias personas no-blancas que trabajan por muy poco dinero y que tiene estas enormes deudas pendientes. Parece que Estados Unidos es incapaz de entender que las personas negras y de otras comunidades no-blancas han trabajado duro y que se merecen algo por ello, y que lo mínimo sería la protección del país que han construido con su arduo trabajo.
Tal vez si no fuera el rostro de Andrew Jackson, quien esclavizó a personas para que hicieran su trabajo, y en vez el de Harriet Tubman, quien cumplió la labor de liberar a la gente, que apareciera en el billete de $20, tal vez Derek Chauvin no habría sido tan violento con George Floyd como para saquearle la vida. Tal vez Derek Chauvin habría visto en el rostro de George Floyd la historia del inigualable servicio a Estados Unidos que aún sigue sin ser remunerado, aumentando cada día con interés acumulado.
—New York City, 3 de junio de 2020
Traducción de Marlène Ramírez-Cancio
Edoheart es poeta, música, artista visual y descendiente de la familia real del Imperio de Benin, cuya capital fue quemada, saqueada y desprovista de miles de obras de arte por los británicos en 1987.
Marlène Ramírez-Cancio es Directora Asociada del Instituto Hemisférico de Performance y Política. Marlène también forma parte de la Mesa Directiva del National Performance Network y del Comité Asesor del Center for Artistic Activism, y es co-fundadora y co-directora de Fulana, un colectivo de mujeres latinas cuyos videos satíricos han sido exhibidos internacionalmente y cuyos miembros conducen talleres de sátira para artistas emergentes.